Tiempo estimado: 4 min.

Desde mi balcón al mundo.

Escrito por

Paula Alberola

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Desde mi balcón al mundo.

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Paula Alberola

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Desde mi balcón al mundo.

Escrito por

Paula Alberola

¿Cómo definirías esta situación? Piensa algo rápido, lo primero que te venga a la cabeza, un adjetivo que concentre todo aquello que sucede ahora a nuestro alrededor. 

Podríamos optar por términos derrotistas, como aquellos que tanto bombardean esos chats en los que ahora hay más actividad que nunca. Podríamos decir que esto es el fin del mundo, tal y como lo conocemos, que nada volverá ser igual y que esta situación es uno de los hechos más graves que la sociedad actual ha conocido. 

Sí, esa es una opción, una postura lícita y respetable pero, la que escribe estos párrafos, prefiere verlo de otro modo. 

En primer lugar, usaría la palabra PARADA. Esto es una parada, pero no de esas que uno puede predecir e ir cambiando marchas conforme frena, no, no. Esto es un frenazo en seco, de los que te ponen el corazón a mil y hacen que siga acelerado durante algunos minutos más. 

Es una parada que, tomando la cara no derrotista de la moneda, ha llegado para enseñarnos muchas cosas que estaban ahí y no éramos capaces de ver. 

Ahora hay millones de personas que ven el mundo desde su balcón, asfaltos que representan al enemigo, calles donde se puede oír el eco y solo a las 20:00 de cada día comienza a escucharse un himno que se ha forjado en honor a aquellos en cuyas manos están nuestras vidas. 

Solíamos vivir en nuestro pequeño mundo, el de la rutina diaria, el de las aspiraciones y ambiciones, el del ritmo frenético, el postureo, el de “A ver dónde viajo en verano” o el de “Necesito esa nueva prenda y la necesito ya”. 

Nada de eso importa ahora, esta parada ha hecho que cambien nuestros esquemas y que veamos el mundo de otro modo, un mundo que no ha parado. Porque aunque nosotros sí lo hayamos hecho, él nunca se para. 

La vida es como esas películas que pueden ser cómicas o trágicas basándose en el mismo argumento. Depende de cómo cada uno quiera interpretar los hechos, porque ante todo lo nuevo, existe una oportunidad de aprender, cambiar y mejorar. 

Ahora somos capaces de mirar a través de la ventana aquello que antes, solo veíamos. Mirar con dedicación, analizar y llenar el alma con algo que nunca habíamos conocido. 

Nuestro pequeño mundo, parece haberse vuelto mucho más grande, en él hay cabida para aquellos a quienes no conocemos, que luchan por salir adelante, aquellos que viven en países lejanos y que también pasan por lo mismo. Un mundo que queremos disfrutar más que nunca. 

No, señores, el mundo no ha parado. De hecho, últimamente parece enviar mensajes encerrados en días de lluvia y frío. Quizá es su forma de decirnos que ya era hora, que estábamos tratando de frenar su ritmo a costa de sostener el nuestro. Puede que hubiéramos tocado fondo, puede que fuese hora de PARAR. 

Desde mi balcón ahora veo que hay conflictos internacionales por cuya causa se pierden miles de vidas cada día, siempre han estado ahí y siguen estando.  

Desde el muro colindante, una mujer de avanzada edad asegura: “Yo esto no lo he vivido nunca”. Y lleva razón, pero ella sí sabe lo que es una guerra civil, algo de lo que las dos generaciones que llegaron tras ella no tienen ni la más remota idea. 

Para bien o para mal, la historia del mundo se escribe a través de hechos capaces de cambiar nuestra forma de ver las cosas. 

Hechos que nunca olvidaremos, que formaran parte de quienes somos y forjaran un carácter más fuerte y capaz de superar adversidades. Hechos que compartimos con todos los que también estuvieron ahí, esto es algo que nos une ahora y siempre.

Y volviendo a esa pregunta del principio ¿Cómo definirías tú todo lo que esta pasando?

¿Cómo definirías esta situación? Piensa algo rápido, lo primero que te venga a la cabeza, un adjetivo que concentre todo aquello que sucede ahora a nuestro alrededor. 

Podríamos optar por términos derrotistas, como aquellos que tanto bombardean esos chats en los que ahora hay más actividad que nunca. Podríamos decir que esto es el fin del mundo, tal y como lo conocemos, que nada volverá ser igual y que esta situación es uno de los hechos más graves que la sociedad actual ha conocido. 

Sí, esa es una opción, una postura lícita y respetable pero, la que escribe estos párrafos, prefiere verlo de otro modo. 

En primer lugar, usaría la palabra PARADA. Esto es una parada, pero no de esas que uno puede predecir e ir cambiando marchas conforme frena, no, no. Esto es un frenazo en seco, de los que te ponen el corazón a mil y hacen que siga acelerado durante algunos minutos más. 

Es una parada que, tomando la cara no derrotista de la moneda, ha llegado para enseñarnos muchas cosas que estaban ahí y no éramos capaces de ver. 

Ahora hay millones de personas que ven el mundo desde su balcón, asfaltos que representan al enemigo, calles donde se puede oír el eco y solo a las 20:00 de cada día comienza a escucharse un himno que se ha forjado en honor a aquellos en cuyas manos están nuestras vidas. 

Solíamos vivir en nuestro pequeño mundo, el de la rutina diaria, el de las aspiraciones y ambiciones, el del ritmo frenético, el postureo, el de “A ver dónde viajo en verano” o el de “Necesito esa nueva prenda y la necesito ya”. 

Nada de eso importa ahora, esta parada ha hecho que cambien nuestros esquemas y que veamos el mundo de otro modo, un mundo que no ha parado. Porque aunque nosotros sí lo hayamos hecho, él nunca se para. 

La vida es como esas películas que pueden ser cómicas o trágicas basándose en el mismo argumento. Depende de cómo cada uno quiera interpretar los hechos, porque ante todo lo nuevo, existe una oportunidad de aprender, cambiar y mejorar. 

Ahora somos capaces de mirar a través de la ventana aquello que antes, solo veíamos. Mirar con dedicación, analizar y llenar el alma con algo que nunca habíamos conocido. 

Nuestro pequeño mundo, parece haberse vuelto mucho más grande, en él hay cabida para aquellos a quienes no conocemos, que luchan por salir adelante, aquellos que viven en países lejanos y que también pasan por lo mismo. Un mundo que queremos disfrutar más que nunca. 

No, señores, el mundo no ha parado. De hecho, últimamente parece enviar mensajes encerrados en días de lluvia y frío. Quizá es su forma de decirnos que ya era hora, que estábamos tratando de frenar su ritmo a costa de sostener el nuestro. Puede que hubiéramos tocado fondo, puede que fuese hora de PARAR. 

Desde mi balcón ahora veo que hay conflictos internacionales por cuya causa se pierden miles de vidas cada día, siempre han estado ahí y siguen estando.  

Desde el muro colindante, una mujer de avanzada edad asegura: “Yo esto no lo he vivido nunca”. Y lleva razón, pero ella sí sabe lo que es una guerra civil, algo de lo que las dos generaciones que llegaron tras ella no tienen ni la más remota idea. 

Para bien o para mal, la historia del mundo se escribe a través de hechos capaces de cambiar nuestra forma de ver las cosas. 

Hechos que nunca olvidaremos, que formaran parte de quienes somos y forjaran un carácter más fuerte y capaz de superar adversidades. Hechos que compartimos con todos los que también estuvieron ahí, esto es algo que nos une ahora y siempre.

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Podríamos optar por términos derrotistas, como aquellos que tanto bombardean esos chats en los que ahora hay más actividad que nunca. Podríamos decir que esto es el fin del mundo, tal y como lo conocemos, que nada volverá ser igual y que esta situación es uno de los hechos más graves que la sociedad actual ha conocido. 

Sí, esa es una opción, una postura lícita y respetable pero, la que escribe estos párrafos, prefiere verlo de otro modo. 

En primer lugar, usaría la palabra PARADA. Esto es una parada, pero no de esas que uno puede predecir e ir cambiando marchas conforme frena, no, no. Esto es un frenazo en seco, de los que te ponen el corazón a mil y hacen que siga acelerado durante algunos minutos más. 

Es una parada que, tomando la cara no derrotista de la moneda, ha llegado para enseñarnos muchas cosas que estaban ahí y no éramos capaces de ver. 

Ahora hay millones de personas que ven el mundo desde su balcón, asfaltos que representan al enemigo, calles donde se puede oír el eco y solo a las 20:00 de cada día comienza a escucharse un himno que se ha forjado en honor a aquellos en cuyas manos están nuestras vidas. 

Solíamos vivir en nuestro pequeño mundo, el de la rutina diaria, el de las aspiraciones y ambiciones, el del ritmo frenético, el postureo, el de “A ver dónde viajo en verano” o el de “Necesito esa nueva prenda y la necesito ya”. 

Nada de eso importa ahora, esta parada ha hecho que cambien nuestros esquemas y que veamos el mundo de otro modo, un mundo que no ha parado. Porque aunque nosotros sí lo hayamos hecho, él nunca se para. 

La vida es como esas películas que pueden ser cómicas o trágicas basándose en el mismo argumento. Depende de cómo cada uno quiera interpretar los hechos, porque ante todo lo nuevo, existe una oportunidad de aprender, cambiar y mejorar. 

Ahora somos capaces de mirar a través de la ventana aquello que antes, solo veíamos. Mirar con dedicación, analizar y llenar el alma con algo que nunca habíamos conocido. 

Nuestro pequeño mundo, parece haberse vuelto mucho más grande, en él hay cabida para aquellos a quienes no conocemos, que luchan por salir adelante, aquellos que viven en países lejanos y que también pasan por lo mismo. Un mundo que queremos disfrutar más que nunca. 

No, señores, el mundo no ha parado. De hecho, últimamente parece enviar mensajes encerrados en días de lluvia y frío. Quizá es su forma de decirnos que ya era hora, que estábamos tratando de frenar su ritmo a costa de sostener el nuestro. Puede que hubiéramos tocado fondo, puede que fuese hora de PARAR. 

Desde mi balcón ahora veo que hay conflictos internacionales por cuya causa se pierden miles de vidas cada día, siempre han estado ahí y siguen estando.  

Desde el muro colindante, una mujer de avanzada edad asegura: “Yo esto no lo he vivido nunca”. Y lleva razón, pero ella sí sabe lo que es una guerra civil, algo de lo que las dos generaciones que llegaron tras ella no tienen ni la más remota idea. 

Para bien o para mal, la historia del mundo se escribe a través de hechos capaces de cambiar nuestra forma de ver las cosas. 

Hechos que nunca olvidaremos, que formaran parte de quienes somos y forjaran un carácter más fuerte y capaz de superar adversidades. Hechos que compartimos con todos los que también estuvieron ahí, esto es algo que nos une ahora y siempre.

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Podríamos optar por términos derrotistas, como aquellos que tanto bombardean esos chats en los que ahora hay más actividad que nunca. Podríamos decir que esto es el fin del mundo, tal y como lo conocemos, que nada volverá ser igual y que esta situación es uno de los hechos más graves que la sociedad actual ha conocido. 

Sí, esa es una opción, una postura lícita y respetable pero, la que escribe estos párrafos, prefiere verlo de otro modo. 

En primer lugar, usaría la palabra PARADA. Esto es una parada, pero no de esas que uno puede predecir e ir cambiando marchas conforme frena, no, no. Esto es un frenazo en seco, de los que te ponen el corazón a mil y hacen que siga acelerado durante algunos minutos más. 

Es una parada que, tomando la cara no derrotista de la moneda, ha llegado para enseñarnos muchas cosas que estaban ahí y no éramos capaces de ver. 

Ahora hay millones de personas que ven el mundo desde su balcón, asfaltos que representan al enemigo, calles donde se puede oír el eco y solo a las 20:00 de cada día comienza a escucharse un himno que se ha forjado en honor a aquellos en cuyas manos están nuestras vidas. 

Solíamos vivir en nuestro pequeño mundo, el de la rutina diaria, el de las aspiraciones y ambiciones, el del ritmo frenético, el postureo, el de “A ver dónde viajo en verano” o el de “Necesito esa nueva prenda y la necesito ya”. 

Nada de eso importa ahora, esta parada ha hecho que cambien nuestros esquemas y que veamos el mundo de otro modo, un mundo que no ha parado. Porque aunque nosotros sí lo hayamos hecho, él nunca se para. 

La vida es como esas películas que pueden ser cómicas o trágicas basándose en el mismo argumento. Depende de cómo cada uno quiera interpretar los hechos, porque ante todo lo nuevo, existe una oportunidad de aprender, cambiar y mejorar. 

Ahora somos capaces de mirar a través de la ventana aquello que antes, solo veíamos. Mirar con dedicación, analizar y llenar el alma con algo que nunca habíamos conocido. 

Nuestro pequeño mundo, parece haberse vuelto mucho más grande, en él hay cabida para aquellos a quienes no conocemos, que luchan por salir adelante, aquellos que viven en países lejanos y que también pasan por lo mismo. Un mundo que queremos disfrutar más que nunca. 

No, señores, el mundo no ha parado. De hecho, últimamente parece enviar mensajes encerrados en días de lluvia y frío. Quizá es su forma de decirnos que ya era hora, que estábamos tratando de frenar su ritmo a costa de sostener el nuestro. Puede que hubiéramos tocado fondo, puede que fuese hora de PARAR. 

Desde mi balcón ahora veo que hay conflictos internacionales por cuya causa se pierden miles de vidas cada día, siempre han estado ahí y siguen estando.  

Desde el muro colindante, una mujer de avanzada edad asegura: “Yo esto no lo he vivido nunca”. Y lleva razón, pero ella sí sabe lo que es una guerra civil, algo de lo que las dos generaciones que llegaron tras ella no tienen ni la más remota idea. 

Para bien o para mal, la historia del mundo se escribe a través de hechos capaces de cambiar nuestra forma de ver las cosas. 

Hechos que nunca olvidaremos, que formaran parte de quienes somos y forjaran un carácter más fuerte y capaz de superar adversidades. Hechos que compartimos con todos los que también estuvieron ahí, esto es algo que nos une ahora y siempre.

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