Tiempo estimado: 4 min.

Reivindicando a las marcas que se equivocan

Escrito por

Gumer Praena

Tiempo estimado: 4 min.

Reivindicando a las marcas que se equivocan

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Gumer Praena

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Reivindicando a las marcas que se equivocan

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En los tiempos de reivindicar la aceptación, somos más esigentes que nunca con las marcas. No les dejamos pasar ni una. Y ya ni os cuento cómo somos los profesionales del branding (spoiler: un auténtico coñazo, con perdón). Estamos ahí al acecho, como un Pepito Grillo cascarrabias pendiente al mínimo fallo para dar lecciones y soltar alguna frase lapidaria. Que si coherencia, que si relevancia, que si valor. Que si transparencia, que si sostenibilidad, que si nosequé (y todo perfecto, esto no es un alegato a la contaminación).

Pretendemos que las marcas (gestionadas por humanos) actúen y se comuniquen sin errar, sin salirse de su tono, que sean perfectas. Y sin embargo, en nuestra sociedad de individualización y de pantalla, de frialdad y lejanía, si algo tienen que ser las marcas (exacto, voy a exigirles algo a las marcas tal y como he criticado hace dos líneas) es más humanas

Y los humanos, obviamentísimamente, nos equivocamos (yo sin ir más lejos escribí “esigentes” en la primera frase). Corrijo: nos equivocamos mucho. Aunque por suerte no es común que tengamos todo un ejército de consultores y estrategas estudiando al detalle cada palabra que sale por nuestra boca (no envidio para nada a Elon Musk). Ante la equivocación existen dos vías: la huída hacia adelante y la aceptación. Cuando las personas nos equivocamos y lo reconocemos mostramos nuestra parte más humana, más natural, más cercana, más sencilla, más humilde, más espontánea, más imperfecta. Y ahí, en esa rotura de la perfección, cuando las defensas se bajan y nos mostramos sin máscara, es cuando más fácil nos es CONECTAR.

Las marcas no deben ser perfectas.

Las marcas deben ser más humanas.

Experimentar, jugar, equivocarse.

Y, cuando lo hagan, saber pedir perdón.

En los tiempos de reivindicar la aceptación, somos más esigentes que nunca con las marcas. No les dejamos pasar ni una. Y ya ni os cuento cómo somos los profesionales del branding (spoiler: un auténtico coñazo, con perdón). Estamos ahí al acecho, como un Pepito Grillo cascarrabias pendiente al mínimo fallo para dar lecciones y soltar alguna frase lapidaria. Que si coherencia, que si relevancia, que si valor. Que si transparencia, que si sostenibilidad, que si nosequé (y todo perfecto, esto no es un alegato a la contaminación).

Pretendemos que las marcas (gestionadas por humanos) actúen y se comuniquen sin errar, sin salirse de su tono, que sean perfectas. Y sin embargo, en nuestra sociedad de individualización y de pantalla, de frialdad y lejanía, si algo tienen que ser las marcas (exacto, voy a exigirles algo a las marcas tal y como he criticado hace dos líneas) es más humanas

Y los humanos, obviamentísimamente, nos equivocamos (yo sin ir más lejos escribí “esigentes” en la primera frase). Corrijo: nos equivocamos mucho. Aunque por suerte no es común que tengamos todo un ejército de consultores y estrategas estudiando al detalle cada palabra que sale por nuestra boca (no envidio para nada a Elon Musk). Ante la equivocación existen dos vías: la huída hacia adelante y la aceptación. Cuando las personas nos equivocamos y lo reconocemos mostramos nuestra parte más humana, más natural, más cercana, más sencilla, más humilde, más espontánea, más imperfecta. Y ahí, en esa rotura de la perfección, cuando las defensas se bajan y nos mostramos sin máscara, es cuando más fácil nos es CONECTAR.

Las marcas no deben ser perfectas.

Las marcas deben ser más humanas.

Experimentar, jugar, equivocarse.

Y, cuando lo hagan, saber pedir perdón.

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En los tiempos de reivindicar la aceptación, somos más esigentes que nunca con las marcas. No les dejamos pasar ni una. Y ya ni os cuento cómo somos los profesionales del branding (spoiler: un auténtico coñazo, con perdón). Estamos ahí al acecho, como un Pepito Grillo cascarrabias pendiente al mínimo fallo para dar lecciones y soltar alguna frase lapidaria. Que si coherencia, que si relevancia, que si valor. Que si transparencia, que si sostenibilidad, que si nosequé (y todo perfecto, esto no es un alegato a la contaminación).

Pretendemos que las marcas (gestionadas por humanos) actúen y se comuniquen sin errar, sin salirse de su tono, que sean perfectas. Y sin embargo, en nuestra sociedad de individualización y de pantalla, de frialdad y lejanía, si algo tienen que ser las marcas (exacto, voy a exigirles algo a las marcas tal y como he criticado hace dos líneas) es más humanas

Y los humanos, obviamentísimamente, nos equivocamos (yo sin ir más lejos escribí “esigentes” en la primera frase). Corrijo: nos equivocamos mucho. Aunque por suerte no es común que tengamos todo un ejército de consultores y estrategas estudiando al detalle cada palabra que sale por nuestra boca (no envidio para nada a Elon Musk). Ante la equivocación existen dos vías: la huída hacia adelante y la aceptación. Cuando las personas nos equivocamos y lo reconocemos mostramos nuestra parte más humana, más natural, más cercana, más sencilla, más humilde, más espontánea, más imperfecta. Y ahí, en esa rotura de la perfección, cuando las defensas se bajan y nos mostramos sin máscara, es cuando más fácil nos es CONECTAR.

Las marcas no deben ser perfectas.

Las marcas deben ser más humanas.

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Y, cuando lo hagan, saber pedir perdón.

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En los tiempos de reivindicar la aceptación, somos más esigentes que nunca con las marcas. No les dejamos pasar ni una. Y ya ni os cuento cómo somos los profesionales del branding (spoiler: un auténtico coñazo, con perdón). Estamos ahí al acecho, como un Pepito Grillo cascarrabias pendiente al mínimo fallo para dar lecciones y soltar alguna frase lapidaria. Que si coherencia, que si relevancia, que si valor. Que si transparencia, que si sostenibilidad, que si nosequé (y todo perfecto, esto no es un alegato a la contaminación).

Pretendemos que las marcas (gestionadas por humanos) actúen y se comuniquen sin errar, sin salirse de su tono, que sean perfectas. Y sin embargo, en nuestra sociedad de individualización y de pantalla, de frialdad y lejanía, si algo tienen que ser las marcas (exacto, voy a exigirles algo a las marcas tal y como he criticado hace dos líneas) es más humanas

Y los humanos, obviamentísimamente, nos equivocamos (yo sin ir más lejos escribí “esigentes” en la primera frase). Corrijo: nos equivocamos mucho. Aunque por suerte no es común que tengamos todo un ejército de consultores y estrategas estudiando al detalle cada palabra que sale por nuestra boca (no envidio para nada a Elon Musk). Ante la equivocación existen dos vías: la huída hacia adelante y la aceptación. Cuando las personas nos equivocamos y lo reconocemos mostramos nuestra parte más humana, más natural, más cercana, más sencilla, más humilde, más espontánea, más imperfecta. Y ahí, en esa rotura de la perfección, cuando las defensas se bajan y nos mostramos sin máscara, es cuando más fácil nos es CONECTAR.

Las marcas no deben ser perfectas.

Las marcas deben ser más humanas.

Experimentar, jugar, equivocarse.

Y, cuando lo hagan, saber pedir perdón.

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